No hacer las cosas

Por Renato Andrade
Psicoanalista Miembro de la Asociación Mundial de Psicoanálisis y la Nueva Escuela Lacaniano de Lima

Imagen de Hayley Catherine 

Es muy común escuchar en la consulta el siguiente síntoma: No puedo hacer (…), lo tengo pendiente. Me digo: “ya lo voy a hacer”, y nunca lo hago. “Lo haré cuando tenga tiempo”, y cuando lo tengo, me pongo a hacer otras cosas.
Es un síntoma que vemos aparecer por ejemplo en los estudiantes que deben hacer su tesis. Ellos argumentan que es una tarea que no les agrada, que no les interesa, a la que no le encuentran sentido. Pero no debemos ser ingenuos. Este síntoma no sólo se manifiesta con tareas que al sujeto le son desagradables, sino también con tareas que dice anhelar.
Por lo general, suelen ser sujetos que están llenos de anhelos: ven en el futuro toda una serie de logros. Sin embargo, jamás debemos creer que la causa de este síntoma es una falta de voluntad. Todo lo contrario: se trata de la presencia de una férrea voluntad, constituida mucho antes, y que se vincula al Padre –o a quien ejerció su función. Sólo que esta voluntad es inconsciente.

¿De qué voluntad se trata? Se trata de una identificación al Padre. Es casi como si el sujeto, cuando niño, se hubiera dicho: como te amo, voy a ser como tú, voy a tomar eso que te faltó hacer y lo haré por ti. El niño se identifica al impasse del Padre, asume su deuda. Con Lacan podríamos decir que ante el enigma del deseo del Padre: ¿qué quiere mi padre?, se ha logrado construir una respuesta: quiere (…), y eso es justamente lo que no puede hacer.

Nuestra delirante interpretación del deseo de nuestro Padre marca nuestro deseo, nos orienta. Pero para poder “hacer” hacen falta algunos pasos más, pasos que no podremos dar sin el Otro o “por sí mismos”, como normalmente se cree.

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