Homoanalizantes. Homosexuales en análisis

Conferencia dictada en el Claustro Menor de la Universidad Nacional de San Agustín por invitación de la Asociación de Psicoanálisis Lacaniano de Arequipa, 11 de mayo del 2017
Por Renato Andrade
Psicoanalista Miembro de la Asociación Mundial de Psicoanálisis y la Nueva Escuela Lacaniana de Lima



El título de esta noche retoma el de un libro de un colega francés llamado Hervé Castanet, que se publicó el año pasado. Este libro reflexiona en torno a la homosexualidad masculina y los hombres.
A partir de su trabajo clínico en la ciudad de Marsella, él presenta varias ideas, de las que voy a tomar dos.

La primera. Anteriormente, cuando un sujeto abordaba el tema de su homosexualidad en la intimidad de la consulta, lo acompañaba con remordimientos, sentimiento de culpa y hasta vergüenza. No era de extrañar que, en caso de duda, buscara se le aclarara si le gustaban los hombres o las mujeres. Tampoco que esperara rectificar su deseo, para enrumbarse por el camino “normal” –entre comillas- de la heterosexualidad.
Sin embargo, cuando el tema de la homosexualidad aparece ahora en la intimidad de la consulta, es para el sujeto uno más entre otros: como su angustia, inhibición o síntoma; como su necesidad de tomar una decisión o la falta de amor. Esta es una de las ideas más interesantes del libro: que las demandas de tratamiento en los casos de sujetos masculinos que han hecho la experiencia de la homosexualidad, no difieren de las del resto; a todos los aqueja el amor, la presión del trabajo o su propio inconsciente; no hay mayor diferencia.
¿Por qué ocurre esto? Porque la homosexualidad masculina ya no ocupa el lugar de lo excluido, de lo marginal, que ocupaba antes. Empieza a ser reconocida, cuando no aceptada, por algunos grupos de la sociedad. En el pasado, los ideales colectivos tenían un gran peso. Por ejemplo, el ideal del matrimonio, el del padre de familia en el caso de los hombres, el de la maternidad y el de la virginidad en el caso de las mujeres. También los ideales nacionalista y revolucionario en la política, etc. Lo positivo de los grandes ideales era que garantizaban un sentido para la vida; para la vida de un hombre, de una mujer, para el devenir de una sociedad. Lo negativo, era que aquél que no los seguía quedaba excluido, marginado.

Si el peso de los ideales se diluye, se diluye la fuerza de la marginación, con lo que la experiencia de la homosexualidad se aligera para los sujetos.
No tomamos una posición moral al respecto, no suscribimos ni condenamos. Constatamos que se ha suscitado un cambio a nivel de las demandas de tratamiento de sujetos masculinos que han hecho la experiencia homosexual.
Sin embargo, el libro nos dice de alguna manera que hay que ser “ingenuos” (p. 156) para creer que las causas de los tormentos de un sujeto se deben a su elección homosexual. Si un sujeto desea, siempre estará confrontado a complicaciones.
Es decir que para todo hombre, los problemas empiezan cuando alguien comienza a hacerle falta. Antes de eso puede ser un don Juan, o un asceta, no importa. Freud usaba la metáfora de la libido. Todo hombre es narcisista, es decir que deposita su libido en su imagen de sí mismo, en su yo. Pero cuando se enamora, cuando desea, transfiere esa libido de su yo a otra persona, con lo cual se empobrece libidinalmente, pierde narcisismo, idealiza a otro y se empequeñece él. Tienen como ejemplo las canciones de José José: “dicen que soy un payaso…”, “pobre tonto, ingenuo, charlatán…”, entre otros versos. Esta es la razón por la que a los hombres no les gusta enamorarse, por la que rechazan el deseo.

Escuchándolos, los psicoanalistas vamos reconociendo ello, independientemente de que se sientan atraídos por una mujer o por un hombre, de que sean heterosexuales u homosexuales. Es la segunda idea interesante del libro.
Fíjense en el título del libro, que dio lugar a esta conferencia. ¿Qué significa la palabra homoanalizante? Es un neologismo que reúne dos palabras: homo y analizante. Homo es un prefijo griego que significa igual, idéntico, lo mismo. También es una palabra del latín que significa “hombre”. Analizante es el vocablo que promovió el psicoanalista francés Jacques Lacan para oponerse a la idea común de que aquél que iba a un psicoanálisis era un analizado, es decir, era analizado por otro, por el psicoanalista. Analizante indica una posición activa, que es uno quien se analiza, obviamente con un psicoanalista, pero conlleva su trabajo, su esfuerzo, su deseo si quieren. Analizante es el sujeto que va donde un psicoanalista porque tiene el deseo de analizarse.
Homoanalizante quiere decir que el psicoanálisis nos enseña, a partir de su experiencia, que los sujetos hablantes buscan lo igual, lo idéntico, lo mismo, y rechazan lo hétero. ¿Qué es lo hétero? Primero, lo hétero es el Otro –escrito así con mayúscula, que quiere decir que no se puede reducir a lo igual, a lo idéntico ni a lo mismo. Si bien no todos los hombres evitan enamorarse, y algunos incluso de casan y conviven, es a condición de volver a la pareja igual, idéntico a él mismo. Por ello, cuando asoma la diferencia en la relación de pareja, puede tornarse conflictiva y hasta violenta.

Segundo, lo hétero es lo contingente. No hay nada menos igual, menos idéntico, menos lo mismo, que el encuentro amoroso. Siempre es inesperado, azaroso, imprevisto. Toda relación de pareja necesaria fue primero contingente, incluso las más largas y estables, o las que celebran sus bodas. Toda relación de pareja es un desvío al camino del hombre, que es una línea recta que se pierde en el horizonte.

Para concluir. Este libro nos invita a desplazarnos del juicio moral a la interrogación ética. Como psicoanalistas, a buscar lo real no en lo que se hace en la cama sino en lo más hétero. Independientemente de si te piensas homosexual o heterosexual, ¿cuál es tu relación con lo hétero? Homosexual o no, el psicoanálisis no toma las revelaciones de los sujetos en la consulta para clasificarlos. Son el inicio de un camino, más bien de un desvío, hacia lo más singular de una existencia.

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