Me saboteo

Renato Andrade
Psicoanalista miembro de la Asociación Mundial de Psicoanálisis, la Nueva Escuela Lacaniana sección Lima y la Asociación de Psicoanálisis Lacaniano de Arequipa

Entrevista (fragmento)



(…)

Usted debe haber escuchado en boca de varios pacientes ese famoso dicho: “me saboteo”

–Sí.

Significa “me meto cabe”, “me hago tropezar a mí mismo”. Hay incluso una historieta en Internet contada con imágenes. Un muchacho pedalea en su bicicleta; de pronto saca una vara y la introduce entre los rayos de la rueda delantera, haciéndose caer evidentemente. ¿Qué piensa al respecto?

–Hobbes decía que el hombre es un lobo para el hombre. Aquí sería algo así como uno es su propio lobo. Como sea, estas frases que usted trae de boca de los pacientes apuntan a las malas decisiones que tomamos y que repetimos. Si somos freudianos, es algo esperable. Mientras menos sepamos acerca de nuestro inconsciente, acerca de lo que nos marcó, seremos más propensos a repetirlo. Eso ya anuncia que lo que habita en nuestro inconsciente no es tan bonito.

Sin embargo, esas frases apuntan a algo más: la división subjetiva. Como individuo, uno se cree dueño de sí mismo, de sus pensamientos, de sus decisiones. Por el contrario, reconocerse como sujeto (del inconsciente) es reconocer que no se es dueño ni de sí mismo, ni de lo que se piensa ni de lo que se decide; hay otra escena, hay otra voluntad, hay un deseo inconsciente que me condiciona y me empuja. 

Si leemos con atención “Psicopatología de la vida cotidiana”, podemos captar que en las manifestaciones del inconsciente (“operaciones fallidas”) que Freud reseña, hay un querer decir y un no querer saber. En determinadas circunstancias, las personas pueden reconocer ese querer decir, por ejemplo, cuando otro comete un lapsus. Si haciendo el amor con mi mujer ella dice el nombre de otro, va a ser muy difícil que yo no reconozca en su lapsus un querer decir. No me voy a contentar con que ella me diga: no te preocupes, fue un error, me confundí, no quiere decir nada. Desde luego, siempre es mucho más difícil reconocer ese querer decir en un lapsus propio, en un lapsus que uno mismo comete. No obstante, reconocer un no querer saber propio es aún mucho más difícil que reconocer un lapsus propio. Todo el tiempo funciona ese no querer saber, es constante, “real” –si lo decimos como Lacan–, en tanto vuelve siempre al mismo lugar, no se deja dominar.

¿Podría poner un ejemplo?

–Vamos al capítulo VI, “El desliz en la lectura y en la escritura”, sección A, “Deslices en la lectura”, número 2. Freud comete una “operación fallida”: en lugar de leer en el periódico “A pie a través de Europa”, leyó “En tonel a través de Europa”. ¡Cómo puede ser! ¿Qué ocurrió? Un círculo de pensamientos –un artículo periodístico sobre los raros medios de “transporte”– entró en conexión asociativa con otro círculo de pensamientos: su deseo de obtener una “promoción” como Profesor de la universidad, siendo que su hermano, 10 años menor, estaba por obtenerla antes que él. Ambos círculos se conectaron gracias al significante Beförderung, que en alemán tiene “doble sentido”, justamente “transporte” y “promoción”, y gracias al significante “Alejandro”, que relacionaba el “tonel” de Diógenes, la “ambición” y al hermano menor de Freud, llamado precisamente Alexandre. ¿Qué quiso decir este desliz en la lectura? Por hacer estupideces como viajar en un tonel uno es publicado en el periódico, como por hacer estupideces mi hermano será promovido Profesor (antes que yo). ¿Qué no quiere saber? ¡Que no hay fórmula exacta para devenir Profesor de la universidad!

Hasta aquí lo que hemos podido ubicar en cada ejemplo. Pero este ejemplo es distinto por algo más. Freud tarda meses en esclarecerlo. Cuando pretendiendo hacerlo asocia “tonel” a “Diógenes”, “Diógenes” a “Alejandro”, y “Alejandro” a algo que leyó en un libro de historia del arte… busca el pasaje y nunca lo encuentra. Sólo meses después, asociando a su hermano, aparece el significado de su desliz. Y escribe: “Opino que el síntoma de no encontrar en el libro [el pasaje] sólo fue creado para despistarme”. Como él buscaba las asociaciones allí donde tropezaba con un obstáculo, buscó por meses “alguna idea acerca de Alejandro de Macedonia” (p. 109), desviándose de su hermano.

Este fragmento del libro es más que interesante porque es como si Freud nos dijera: mi inconsciente me engaña, me quiere despistar, desviar. Por eso traía este ejemplo a propósito de lo que usted recordaba, la frase “me saboteo”. Aquí el inconsciente es una especie de enemigo, que engaña, que despista, y contra el que habría que luchar. En este punto, a mí me gusta más la perspectiva de Lacan, más “realista”, más en la vía de lo “real”–: nada de luchas, hay algo que no queremos saber, eso funciona todo el tiempo, y no importa si somos Freud, siempre estará.

Después, Lacan dará un paso lógico más cuando pase del no querer saber al imposible de saber.


(…)


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