Del “amor romántico” al goce del que me debo hacer cargo

Entrevista a Renato Andrade
Psicoanalista Miembro de la Asociación Mundial de Psicoanálisis y de la Nueva Escuela Lacaniana de Lima

 Fotografía de Will O en Unsplash



¿Qué es el amor romántico?

El romanticismo es un discurso que surge en el siglo XIX, en lo que hoy es Alemania. Novalis decía: “En cuanto doy alto sentido a lo ordinario, a lo conocido dignidad de desconocido y apariencia infinita a lo finito, con todo ello romantizo”. Decir qué es el amor es más difícil. Lacan mismo tiene distintas formulaciones sobre el amor a lo largo de su enseñanza. Podría decir entonces que hay tantas definiciones del amor como sujetos y experiencias. Ahora bien, después está lo que comúnmente se llama hoy “amor romántico”. Imagino que la idea que tenemos de este ha sido favorecida por las ficciones que habitamos, que van desde las películas o las series hasta lo que dijeron nuestros padres. Por ello tampoco tenemos la misma idea del “amor romántico”. Quizá el 14 de febrero sea la representación misma del “amor romántico” contemporáneo: algo se tiene que hacer, se tiene que romper la rutina. Pensémoslo así: ese día cada enamorado mostraría cómo entiende el “amor romántico”.

¿En qué se diferencia de otros tipos de amor?

Se puede hablar de tipos de amor, se puede clasificar todo, pero no estoy seguro de que eso sirva para algo. Lo interesante es pensar qué le ocurre a alguien cuando se pone “romántico”. Mi hipótesis es que el deseo, cuando se siente, toma el cuerpo, lo arrastra, y todo el asunto radica en qué hace el sujeto con eso, con ese “goce” –como lo llama Lacan. ¿Escribe una canción?, ¿una poesía?, ¿se pone a hablar compulsivamente con sus amigos o amigas de él o de ella?, ¿le compra una caja de chocolates?

¿Qué mitos se han creado alrededor del amor romántico?

Podría referirme a algunos. Primero: si eres romántico o romántica tu relación está asegurada, todo irá bien, la llama del deseo nunca se apagará. El problema es que el deseo es un misterio; es caprichoso, incalculable, impredecible; no responde a fórmulas. Un psicoanálisis le permite al sujeto reconocer su deseo inconsciente. Eso ayuda.
Segundo: quien ama “románticamente” es todo amor, es puro amor. El que ama tiene un cuerpo, lo que quiere decir que ahí mismo está su goce –esa manera solitaria, inconsciente y mortificante de satisfacerse (sí, Lacan le pone a esa satisfacción mortífera e ignorada que no tiene en cuenta al otro un nombre que es en sí mismo una paradoja: “goce”). Por ello los momentos de pareja que más imaginamos, que más idealizamos mientras los preparamos, pueden siempre terminar en un desastre: porque allí no sólo se trata de amor, se cola el goce de cada quien.
Tercero: el “amor romántico” es negativo per se. Tan ingenuo como pensar que un modo de amar es totalmente nocivo, es pensar que otro modo de amar es totalmente positivo. Se trata más bien de que cada pareja construya su modo, el que más les acomode; para esa construcción seguro tomarán de la tradición, de los discursos con los que estuvieron en contacto, y también inventarán. Lo importante es resaltar que el psicoanálisis lacaniano no habla de “creación” sino de “invención”, porque la “creación” es ex nihilo, de la nada, mientras que la invención se apoya en algo: cargamos con lo que nos fue dicho, y sobre todo, con cómo eso impactó nuestros cuerpos.

¿Cuáles serían los patrones que se repiten en este tipo de relaciones?

Su pregunta es buena porque supone que cuando amamos, algo repetimos. Nuestro amor no es una página en blanco, nuestro amor sigue un trazo, para lo mejor y para lo peor. Le pasa a los que aman según el paradigma del “amor romántico”, como a los que aman según cualquier otro paradigma. Lo que hay que retener es esto: cuando uno se siente mal, o cuando se siente mal de hacer sentir mal al otro, todo el asunto radica en poder nombrar qué es eso que repite: “Me siento mal otra vez, ¿qué estoy haciendo?”

¿El amor es igual al enamoramiento?

Me provoca decir que no. El enamoramiento es el deseo, un golpe de vida, un empuje del cuerpo, a partir del encuentro con otro cuerpo, que encaja o calza con nuestras fantasías, y funciona muy bien porque desconoce el goce de cada quien (hasta que ese goce reaparece). El amor es un paso más, porque es poder hacer algo con eso cuando aparece, poder hacer algo con mi goce y con el goce del otro, por ejemplo, un lazo, una relación, un matrimonio, una familia, a pesar de nuestras diferencias.

¿Qué tipo de frustraciones se genera en quien persigue un amor romántico?

El “amor romántico” es una fórmula para la felicidad en la que creen algunos. La cuestión es que las relaciones de un ser hablante con otro ser hablante carecen de fórmulas, de leyes “para todos los casos”. A pesar de las creencias, nada está asegurado. La frustración surge cuando uno se aferra a su fórmula para no reconocer lo imposible (que no hay fórmula).

¿El amor romántico podría contribuir a crear una idea nociva de amor que genera violencia? Es decir, ¿puede ser dañino?

Ud. de algún modo lo dijo hace un momento: lo más dañino es ignorar qué se repite cuando se ama. Hay que tener el coraje de querer saber lo que uno hace.

¿Qué podemos lograr o cuáles son las ventajas como pareja si dejamos de lado el romanticismo?

Tomar cierta distancia de los ideales, los que sean, siempre es una ventaja. Pero ojo: si el “amor romántico” es un ideal, el amor que rechaza todo romanticismo también lo es. Ambos son ideales de los que hay que tomar distancia para hacerle espacio al goce –que es lo menos ideal de cada uno, su cochinada. ¿Y para qué hay que hacerle espacio al goce? Para implicarse en él, para comenzar a saber: “esto me pasa”, “esto hago”, “así soy”, y pueda empezar a cambiarlo.

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