La problemática del cuerpo en el embarazo

Conferencia dictada en mayo del 2017 en la Facultad de Obstetricia y Puericultura de la Universidad Católica de Santa María 
por Renato Andrade
Psicoanalista Miembro de la Asociación Mundial de Psicoanálisis y de la Nueva Escuela Lacaniana de Lima

Fotografía de Alex Hockett en Unsplash

Vamos a interrogar la relación que los hablante-seres tienen con su cuerpo, pues no podemos olvidar que un embarazo ocurre en un cuerpo humano, un cuerpo de mujer.
Hay dos maneras de ver el cuerpo: como organismo o como sustancia gozante. Como organismo el cuerpo se rige por leyes: biológicas, genéticas, naturales, que se cumplen para todos los sujetos. Es el campo de la medicina. Como sustancia gozante, el cuerpo… goza, y ese goce es propio de cada sujeto, no universalizable. Es el campo del psicoanálisis de orientación lacaniana.

¿Uno domina su cuerpo? Eso es una ilusión. Piensen en los síntomas compulsivos, y no sólo me refiero a las drogas, piensen en la comida o en el Facebook. Piensen en ciertos acontecimientos imprevistos que nos dejan la secuela de la angustia. Piensen en síntomas sexuales como la impotencia y la eyaculación precoz, o la frigidez. Piensen en la esquizofrenia, donde un órgano o una parte del cuerpo se independizan y se vuelven extrañas para el hablante-ser. Piensen en las inhibiciones que quieran: bailar, hablar, etc. En resumen, vivimos en un sueño, vivimos creyendo que dominamos nuestro cuerpo, hasta que nos aparece un síntoma, la angustia o una inhibición. Las mujeres experimentan una vez al mes esa falta de dominio.

Un cuerpo goza. Por ejemplo, al comer, al comer de cierta manera, o al no comer, como en la anorexia. Al retener las heces, hasta concluir los pendientes para recién ocupar el baño, o lo suficiente como para estreñirse y tener que sentarse en el sanitario con una revista. Al mirar secretamente entre las cortinas, o al hacerse mirar por los presentes. Al fantasear con los ojos cerrados esa voz, o al escuchar música triste cuando peor nos sentimos. Al cantar en la ducha, al repetir una y otra vez ciertas palabras, o al roce de otro cuerpo. Al imaginar al mundo leyendo nuestro post de Facebook. 
Un cuerpo se goza.

Un cuerpo goza también en los síntomas. Una mujer que humilla, un hombre que maltrata, un trabajo que consume, una elección que condena. No se puede renunciar a ellos y por eso siempre se encuentra una buena excusa para proseguirlos.

¿Cuál es entonces la relación del hablante-ser con el cuerpo? No se es un cuerpo, se tiene un cuerpo. ¿Qué lo explica mejor que el hecho que las personas se vean empujadas a hablar de su cuerpo? No me refiero a hablar de su imagen, sino de sus sensaciones, dolores y daños; de sus potenciales enfermedades y los cuidados para prevenirlas. Nadie habla más de su cuerpo que las mujeres mayores que se quejan de él. Y nadie lo piensa [lo conceptualiza] más que los hombres: enfermedades, recuperaciones y precauciones. Podemos incluir la pasión de los deportistas por conocerlo minuciosamente, o la exploración [el descubrimiento] a la que se entregan los adolescentes. Todos hablan de ese cuerpo que tienen. El cuerpo es algo que pesa, que a veces se soporta y otras no.
Todo esto me lleva a afirmar para ustedes que la relación que los hablante-seres tienen con su cuerpo no es natural, no se termina de ser uno con el cuerpo y por eso se tiene la necesidad de hablar de él. El cuerpo es algo que se tiene pero que no se acaba de poseer. Es algo que se disfruta pero que también se padece. Es una carga. Y no se rige por el régimen universal de la naturaleza sino por el régimen singular del goce o del síntoma de cada uno, porque no es un organismo.

Por eso no les sorprenda que las gestantes hablen de su cuerpo, de sus cambios, de la relación que antes tenían con él, de la relación que tienen ahora. No les sorprenda que les testimonien la irrupción de un goce en éste, como comer de más o de menos, dormir de más o de menos, etc., o la emergencia de un síntoma: desgano, insomnio, fatiga, palpitaciones, nauseas, ahogos, desvanecimientos, etc. No les sorprenda que se quejen de su cuerpo, que les hagan preguntas, que les surjan temores, etc. [A veces tendremos que entregarles un significante amo]. Si vamos a trabajar con personas es importante escucharlas, acogerlas, ayudarlas a que descubran qué les preocupa en verdad y a responderse las preguntas que tengan. Escucharlas no quiere decir solucionarles la vida ni convertirlas en madres modelo y felices, pero sí conocerlas.

Lo que vamos a hacer es sacarlas de la indeterminación. Una mujer sufre cuando no se ubica, cuando no sabe ya ni quién es ni qué le está pasando. Lo que nos permite ubicarnos es el significante, un significante que nos nombre o que nombre lo que nos pasa, y estos emergen en una conversación con alguien que no es cualquiera. A una mujer le permitirá identificarse y a nosotros identificarla, lo que sin lugar a dudas nos orienta sobre cómo proceder con ella.
El embarazo se instala entonces en la hiancia misma de la relación del hablante-ser con su cuerpo. A lo largo de una vida distintos acontecimientos podrán venirse a instalar en esa zona, requiriendo del sujeto una nueva labor de simbolización [de anudamiento].

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