La Barbie-Lacan

Renato Andrade
Psicoanalista, miembro de la Asociación Mundial de Psicoanálisis, la Nueva Escuela Lacaniana Sección Lima y la Asociación de Psicoanálisis Lacaniano de Arequipa

Entrevista




Ya que me habló de Oppenheimer, no puedo dejar de preguntarle por otro film que se estrenó el mismo día: Barbie ¿Lo vio?

–Desde luego.

¿Qué opinión le dejó?

–Le propondría un reto: tomar la película como un revelador recorrido. Es decir, es muy importante situar en qué punto comienza y a qué punto llega.

Reto aceptado. Hábleme del punto en que comienza.

–La película comienza por el goce. Piénselo bien. A Barbie le aparece un goce obsesivo: ¡Empieza a pensar en la muerte! Después, como suele ocurrir, el goce deriva en un síntoma, así que a la muñeca le aparece el síntoma de los pies planos. Como no sabe lo que le pasa, debe ir donde alguien que se lo interprete ¿Quién? Otra muñeca. Una que fue desechada, dañada y que, precisamente por esto, algo sabe, Weird-Barbie. Hasta aquí todo se asemeja a esa situación en la que un paciente busca ayuda y solicita tratamiento. 

Correcto.

–Ken también presenta un goce. Él quiere ser amado por Barbie y, por eso, le demanda que lo mire. La mirada de Barbie es signo de amor para él. Sufre con su indiferencia. También encontramos el goce en el personaje de Alan, interpretado por Michael Cera. En éste el goce toma la forma de la división subjetiva: no sabe qué es, cuál es su lugar en el mundo. Sufre por ello.

De inicio, la película parece proponer cierta inversión a lo que suele presentarse en los consultorios. Por lo general, son los hombres los que padecen de obsesiones y son las mujeres las que padecen del amor. Aquí está al revés.

¿Qué opinión le merece el viaje que realiza la protagonista al “mundo real” para resolver su problema?

–La película tiene una clara estructura de pares. Están Barbie y Ken, los hombres y las mujeres, el mundo de Barbie (Barbieland) y el mundo real, el feminismo y el patriarcado.

Pero aquí ubicamos una clave de la película ¿Sabe qué caracteriza Barbieland, el mundo de Barbie? No son los colores ni el empoderamiento de las mujeres; es la ausencia del goce. Por eso resulta muy importante que ese goce, expulsado del mundo, retorne “por la ventana” con el síntoma de la obsesión por la muerte. “Retorne por la ventana” es un decir, porque precisamente en el mundo de Barbie no hay ventanas –ni puertas, ni paredes, ni cortinas. Es interesante interrogarse por qué los seres humanos inventaron las paredes, las habitaciones, las cortinas. No sólo lo hicieron por el frío, ¡lo hicieron por el goce! Desde que hay goce, hay necesidad de velarlo, porque si no, es insoportable. Si Barbie nos propone un mundo en el que todo se vea, en el que no habría nada que esconder, se trata de la utopía de un mundo sin goce. Es más, la propia Barbie le espeta a Ken: nosotros no tenemos órganos. Se refiere a los órganos sexuales. Un mundo sin sexo, es también un mundo sin deseo, y sin amor.

Pero no me ha hablado del punto al que llega la película.

–El punto al que llega la película es revelador de nuestro tiempo ¿Qué salida encuentran los Ken a su malestar? Empoderarse, tomar el poder, dar vuelta a la situación ¿Reconoce esta fórmula? 

Desde luego.

–¿Qué salida encuentran las Barbie? Hablar unas con otras, convencerse, identificarse ¿Reconoce esto también?

Sí.

–¿Y qué salida se encuentra para tratar el malestar entre los hombres y las mujeres? Separarse para reconocerse mutuamente. La historia culmina en que el grupo que tiene el poder (las Barbie), le permite al grupo que no lo tiene (los Ken), ocupar ciertos puestos.

También me resulta conocido.

–Greta Gerwig, la talentosa directora del film, no pudo ir más lejos que nuestro tiempo, y así nos permite mirarnos en el espejo de Barbie.

Es interesante pensar que siempre hay un impasse entre hombres y mujeres, entre hombres y hombres, entre mujeres y mujeres, frente al que cada época inventa una salida. Sin embargo, esa salida nunca es armoniosa; cojea, produce síntomas.

Al final de la película, Barbie quiere ser, así que decide habitar el mundo real. Para ello renuncia a ser la Barbie-estereotipada –el ícono, el ideal–, para devenir común y corriente. Es muy diferente al final del psicoanálisis, donde nunca se está más cerca de lo real que a través de un síntoma ¿Sabe?, encontrar una salida a los impasses no pasa por hacerse una nueva imagen. Paradójicamente, se alcanza a través de un síntoma. Por eso sufrir es siempre una oportunidad, si uno va a hablar de ello con un psicoanalista. 

Esa sería una Barbie-Lacan.

–Una Barbie-analizante… viene con su síntoma.


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