El sueño más allá de la interpretación: La salida del análisis

Por Zindy Valencia
Psicoanalista, Asociación de Psicoanálisis Lacaniano de Arequipa
Producto del cartel "Sueños e interpretación", conformado entorno al XII Congreso de la Asociación Mundial de Psicoanálisis "El Sueño. Su interpretación y su uso en la cura lacaniana".



Fotografía por Jr Korpa

Desde la antigüedad los sueños han constituido un enigma para los seres humanos. Es un fenómeno psíquico que, de alguna manera, siempre ha llamado a la interpretación. Esto significa que creemos que detrás del sueño habría una verdad velada, un misterio sin resolver, que deberá ser descubierto. Lo cual introduce cierta ajenidad en nosotros mismos, vale decir, los sueños son nuestros; pero su contenido a veces desconocemos y nos horroriza, al punto de preguntarnos si realmente lo soñamos o no. Es por eso que en el análisis, la aparición de sueños da cuenta de un sujeto que empieza a creer en un más allá de sí mismo, o sea, en su propio inconsciente; sin lo cual, el análisis presentaría dificultades para establecerse.

Con la emergencia de los fenómenos inconscientes en el dispositivo analítico, suponemos ahí un sujeto que sabe leer y que se interpretaría a sí mismo a partir de los sentidos oníricos. De modo que –en un primer momento– el analista tendría que escuchar allí aquello que se produjo de esta lectura, para introducir una nueva [1]. Sin embargo, más adelante nos dirá Lacan que nada de lo que se lee en el inconsciente tiene que ver con lo que de ello se puede escribir [2]. Me pregunto entonces por el estatuto de la interpretación a nivel de aquella escritura en el sueño.

Si, por un lado, la interpretación a partir de la suposición de un sujeto del inconsciente, está dirigida por la figuración de un “querer decir”, un querer significar, un mensaje cifrado [3]. Por lo contrario, lo que se escribe en el sueño, por el lado de aquello que ya nada quiere decir, marca una succión de sentido que no remite a más asociación histórica; y se hace signo de aquel punto en el cuerpo que fue afectado por el significante, por lo que la interpretación en este segundo momento, introduce un imposible como agujero del sentido [4].

Los testimonios de pase no sólo muestran cómo es que a partir de algunos sueños se precipita el final de análisis; sino que también introducen un estatuto de la interpretación de los sueños más allá de Freud, quien fundara el método psicoanalítico en una modalidad específica de interpretación que llama a la asociación libre y que –en ese sentido– perpetúa el análisis. En cambio, el final del análisis pasaría por un corte en la asociación a partir de la consistencia de un vacío y la introducción de cierto imposible.

Tenemos, por ejemplo, el testimonio de Luiz Fernando Carrijo, quien después de un sueño en el que una mancha negra, disforme y enorme, que amenaza con arrasar su casa; al extenderse, no hace nada, “la catástrofe anunciada nunca sucede” [5]. La interpretación viene con un acting out que él logra nombrar como “lanzarse en la oscuridad amenazadora”, el analista introduce un corte en la repetición con su interpretación “es preciso encender la luz”, produciendo un límite a partir de aislar un imposible [4] mostrando cierta nadería.

En esa misma línea, Marcus André Vieira sueña con un hombre en la acera, cuyo hombro es mordido por las llantas de los carros que transitan cerca. Mientras lo intenta reanimar para salvarle la vida, ve la otra vida al frente, una fiesta, de pronto nota que en realidad el hombre al que trata salvar, es un muñeco sin vida. A partir de este sueño, Marcus pudo nombrar un goce suplementario –en “un acto sin analista”–, incorporando el imposible de la “agitación sin ley” de los perros que mordían en su infancia [6].

En ambos casos, lo imposible introduce un límite a la repetición de la pulsión, mostrando –a partir de los sueños– cómo ésta gira en torno a un vacío: Luiz Fernando enciende la luz y no hay nada, Marcus André se da cuenta que en la muerte no hay más vida, ésta estaría en otro lado. Ambas interpretaciones no producen más sentido.

Éste “no hay más”, lo vemos también en el sueño de final de análisis de Santiago Castellanos: divisa 4 letras y un guion, cuyo significado no puede encontrar. Interpreta que no hay más claves, sólo piezas sueltas [7]. Así como también la L invertida de Leonardo Gorostiza, la cual es imposible arreglar y hará falta usarla “al revés” [8].

Ciertamente, todos estos sueños muestran maneras en las que el vacío queda representado por un mínimo de significante: Unas letras o una imagen (la mancha grande y el muñeco). Sin embargo, están también aquellos sueños que suponen una extracción, con el fin y a partir del cual se produce un vacío.

Marta Serra sueña repetitivamente con escenas en las que quiere dar su opinión; pero hay algo en su garganta que no se lo permite obstaculizando su voz. Busca y extrae varios trozos de cuerda, cuando vuelve a verlos ya no son cuerdas sino gambas vivas que se mueven [9]. Ella, que “devora al Otro”, permite que se introduzca ahí en la boca, un vacío.

Es a partir de estos testimonios, que podemos seguir las formalizaciones que realiza Lacan sobre la interpretación como un corte de sentido que apunta a ese lugar en el cuerpo que marcó la fractura –imposible de cerrar– entre el sujeto y el objeto a [4], ese lugar donde el lenguaje falla y hace lapsus, ahí donde lo único que puede escribirse es un significante, que por su vínculo fracasado con el lenguaje, intenta hacerse representar por una letra o por imágenes que condensan y anudan –a partir de lo imaginario– simbólico y real.

La interpretación de estos sueños, no descifra más; sino que señala dónde está aquel condensador a partir del cual se pueda realizar una transformación del goce.

Finalmente, puedo decir que no hay una interpretación modelo, que si se ronca, que si se hace ruido, que si se teclea… Lo que interesa en la interpretación es su naturaleza de relámpago [4], que irrumpe para introducir un vacío y evitar a toda costa la formación de sentido. Esta interpretación, ya sea que venga del analista o del analizante –a partir de su propio sueño y por el que se deja interpretar–, detiene las asociaciones y va más allá del Edipo, es decir, más allá de la máquina interpretativa que nos regaló Freud.


Referencias:

1. Lacan, J. (2013). La dirección de la cura y los principios de su poder. Escritos 2, p. 567. Biblioteca Nueva: Madrid, España (1958).

2. Lacan, J. (2014). La función de lo escrito. El seminario de Jacques Lacan. Libro 20. Aún, p. 49. Paidós: Buenos Aires, Argentina (1973).

3. Lacan, J. (2013). La dirección de la cura y los principios de su poder. Escritos 2, p. 603. Biblioteca Nueva: Madrid, España (1958).

4. Laurent, E. (2019). La interpretación: De la verdad al acontecimiento. Recuperado de https://psicoanalisislacaniano.com/2019/06/17/interpretacion-verdad-acontecimiento-laurent-2019-06-02/

5. Carrijo, L. (2016). El exilio en el síntoma. Bitácora Lacaniana, 5 (pp. 61-66). Grama Ediciones: Buenos Aires, Argentina (2015).

6. Vieira, M. (2015). El grito, el tambor y el griterío. Bitácora Lacaniana, 4 (pp. 39-45). Grama Ediciones: Buenos Aires, Argentina (2014).

7. Castellanos, S. (2015). El tobogán del goce. Bitácora Lacaniana, 4 (pp. 46-50). Grama Ediciones: Buenos Aires, Argentina.

8. Gorostiza, L. (2013). Los usos del síntoma al final del análisis ¿De qué satisfacción se trata? Bitácora Lacaniana, 2 (pp. 77-93). Grama Ediciones: Buenos Aires, Argentina (2012).

9. Serra, M. (2018). Vaivén. Bitácora Lacaniana, 7 (pp. 170-175). Grama Ediciones: Buenos Aires, Argentina (2017).

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