Lo que amenaza al psicoanálisis

Por Renato Andrade
Psicoanalista miembro de la Asociación Mundial de Psicoanálisis, la Nueva Escuela Lacaniana de Lima y la Asociación de Psicoanálisis Lacaniano de Arequipa.


Fotografía de Possessed


Lo que amenaza al psicoanálisis no sólo se halla “afuera”, no sólo son los burócratas, los “administradores”, los “especialistas” que quieren desaparecerlo. Lo que amenaza al psicoanálisis está “adentro” –si me permiten la expresión–, es inherente al psicoanálisis mismo y Jacques-Alain Miller lo precisa: es «¡que su saber se detenga!» (1).

«Lo que amenaza al psicoanálisis», «lo que pone en duda la supervivencia del psicoanalista» (1), lo que haría que el «discurso analítico (…) se autodestruya» (2), proviene del estatuto mismo del saber en la práctica psicoanalítica. 
Y es que, en el psicoanálisis, el saber, primero, es supuesto, «estructuralmente supuesto» (3). Después, está el saber que se alcanza, y hasta se inventa; pero para que así sea, antes tiene que suponerse. Es la hipótesis del inconsciente como condición de todo análisis –y nada más difícil de introducir en los tiempos que corren, en los que se promueve que seamos uno (individuos), que tomemos el control, que siempre sigamos adelante, etc.–: «el estado propio del inconsciente es el de saber supuesto» (3), nos recuerda Miller.

¿Qué quiere decir que «el saber propio del psicoanálisis es supuesto» (3)? Es aquí que debemos referirnos a esa noción que inventó Lacan bajo el nombre de sujeto supuesto saber. ¿Qué significa? Es la suposición de que, si bien no sé qué quiere decir lo que digo, estoy seguro de que quiere decir algo, de que alguien sabe lo que quiere decir (el analista) y ya está escrito en alguna parte (de mí, “mi inconsciente”). «Llamamos sujeto supuesto saber a esta significación de significación» (1), precisa magistralmente Miller. Una vez que el sujeto supuesto saber se instala, el psicoanalista no tiene que decir mucho ni hacer grandes desarrollos, el analizante es quien trabaja para alcanzar e inventar un saber.

Los problemas para el porvenir del psicoanálisis surgen del lado del analista. Por ejemplo, con la infatuación. Un psicoanalista que, en lugar de aparentar saber, se cree efectivamente el sujeto supuesto saber. Otra versión de la infatuación que Miller nos presenta es la del psicoanalista que prescinde, que descarta el semblante del sujeto supuesto saber: «pierde su relación con el sujeto supuesto saber. ¡Y es que piensa que ya sabe!» (1). Es el psicoanalista que se dice: para qué voy a escuchar tanto, para qué voy a seguir al paciente en todas sus vueltas, para qué me voy a complicar con su búsqueda de verdad, si puedo ir directamente al núcleo, si ya sé dónde está lo real en su caso.

Esto, efectivamente, nos lleva a una pregunta crucial: «¿cómo puede el analista preservar la relación con el sujeto supuesto saber cuando conoce la naturaleza de semblante?» Y Miller nos regala una respuesta simple, pero brillante: «es preciso que se deje engañar», «el engaño metódico», y nos recuerda que Lacan invitaba al psicoanalista «a ser de nuevo analizante respecto del sujeto supuesto saber» (1).

Por eso, para sacar al psicoanalista del saber supuesto en el que chapotea en su consultorio, para impedir la infatuación a la que podría deslizarse, Lacan lo empuja al saber expuesto, y para ello –recuerda Miller– creó el Departamento de Psicoanálisis, la Sección Clínica –labor que el propio Miller continuó con la creación del Instituto del Campo Freudiano (al que los CID de la NEL pertenecen).

A manera de conclusión, comparto la siguiente reflexión de Miller: «hacían falta junto a los grupos analíticos, incluso de las escuelas psicoanalíticas, siempre socavadas por el semblante de saber (y no hay que reprochárselos, lo exige esta disciplina), lugares donde se mantuviera un esfuerzo para pasar de lo supuesto a lo expuesto, con lo que conlleva de engorroso para el psicoanalista practicante. (…) Junto al grupo analítico o de la escuela psicoanalítica, entonces, es necesario un lugar donde el saber expuesto barre el saber supuesto, le imponga su ley, aun cuando se nutra de él» (4).

Referencias:

1. Miller, J.-A. (2002). De la naturaleza de los semblantes, p. 88. Buenos Aires: Paidós (1991).
2. Ibid., p. 91.
3. Ibid., p. 89.
4. Ibid., p. 90.

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