Ella se llama Micaela. Sobre una obra de teatro

Por Renato Andrade

Psicoanalista miembro de la Asociación Mundial de Psicoanálisis, la Nueva Escuela Lacaniana Lima y la Asociación de Psicoanálisis Lacaniano de Arequipa


Fotografía del Teatro Umbral


Tuvimos la oportunidad de apreciar en el teatro Umbral “Ella se llama Micaela”, obra escrita por Sergio Arrau, dirigida por Hugo Riveros y protagonizada por la actriz arequipeña Stefany Lizárraga.

¿Quién es Micaela? ¿Es la una? ¿Es la otra? ¿La cuzqueña? ¿La limeña?

¿Dónde está Micaela? Parece estar siempre “entre”. Entre un hombre y otro, entre el amor y la indiferencia, entre el pasado y el presente, etc.

Su madre, quien ha muerto, es la sombra omnipresente en la pieza. Micaela, que siempre se desplaza –en el escenario canta, baila, pasa de una época a otra, de una lengua a otra, de un dialecto a otro–, se encuentra fija, presa, de los dichos de su madre, de lo que ésta esperaba de ella, de su deseo… aunque, inocente, lo ignora.

Micaela Bastidas, la mujer de Túpac Amaru, es nuestro antepasado…, le decía su madre, dejando entrever el deseo por el que la llamó “Micaela”. Micaela Bastidas, la mujer del sacrificio, la que lo pierde todo, incluso la vida. ¿Por eso nuestra Micaela añora a la otra, Micaela Villegas, la Perricholi? Ésta no se somete al hombre ni al ideal, quiere ser La mujer a los ojos de la sociedad limeña.

Para Micaela no hay amor como el de la madre. Ningún hombre es capaz de hacerla causa de su deseo. ¿Qué quieren de mí?, parece preguntarse. Se sumerge en monólogos para un supuesto oyente, fantasea. No es casualidad que trabaje fabricando vestuarios para el teatro. La posibilidad de la maternidad tampoco realiza nada. Cuando debe guardar el poco dinero que tiene para cuidar de ella y su hijo, lo entrega todo interpelando al hombre de turno, enseñándole que el amor, cuando es real, requiere de un acto.

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