La constitución del objeto se subordina a la realización del objeto

Por Renato Andrade
Psicoanalista miembro de la Asociación Mundial de Psicoanálisis, la Nueva Escuela Lacaniana Sección Lima y la Asociación de Psicoanálisis Lacaniano de Arequipa


Fotografía: Aldair Mejía en La Prensa de Monagas


(Extracto de una conversación)


Mire, resulta muy interesante su pregunta. Usted me hace pensar si la posición que le conviene al político –si es que existe tal cosa–, es la posición de las pasiones.

Es algo que nosotros hemos reflexionado mucho para la clínica con pacientes. ¿Al psicoanalista le conviene la posición de las pasiones? Desde luego que no. Es más, si los psicoanalistas se analizan por muchos años, es precisamente para poder estar a distancia de sus propias pasiones. Un psicoanalista, por ejemplo, demasiado apasionado por Universitario de Deportes, no podrá escuchar a su paciente hablar del Alianza Lima cuando estos clubes disputen una final de campeonato. Perdóneme por ilustrar mi punto con una imagen tan forzada, pero aspiro a que usted me siga en la idea.

Lo mismo ocurre en lo colectivo. No niego que la política requiera de la pasión, como de la indignación. Pero si usted va a conducir en política, si usted va a tomar acción, usted tiene que estar a distancia de las pasiones. Por ejemplo, de la “pasión por el orden”, que tienen algunos, o la “pasión por la reivindicación”, que también escucho por estos días. No es mi intención desarrollar en este momento estos “fantasmas” –uso el término “fantasma” porque se trata de un concepto del psicoanálisis que serviría bastante bien para pensar estos fenómenos. 

Permítame referirme a una frase de Lacan que siempre ha llamado mi atención. Sabe usted cuál era el estilo de Lacan para expresarse, un estilo que a muchos no les gusta, sin embargo, a mí siempre me pone a trabajar. La frase dice: “la constitución del objeto se subordina a la realización del sujeto” (1). Permítame entonces que le comparta algunas ideas en torno a esta frase.

En nuestro tiempo ocurre al revés. La realización del sujeto se subordina a la constitución del objeto. Por ejemplo, si quiero trabajar con una población vulnerable, si quiero incluir a una población excluida, yo empiezo constituyendo el objeto del mal: el otro que vulnera, el otro que excluye, el sistema que produce la desigualdad, etc. Piénselo con otro ejemplo. Usted quiere realizar el sujeto produciendo riqueza, creando oportunidades de trabajo, pues empieza constituyendo el objeto maligno que produce esa pobreza: el anticuado y elefantiásico Estado, las viejas tradiciones y costumbres, las ideas de izquierda, etc.  

El psicoanálisis propone algo totalmente distinto. Si se quiere, es un movimiento inverso. Hay que partir de la realización del sujeto para alcanzar la constitución del objeto. Por eso brinda la palabra, hace hablar y, desde luego, se compromete a escuchar. Le interroga: ¿qué quiere usted?, y usted va a tener que hacerse sujeto de lo que dice. Y es recién a partir de ese decir que se constituye su objeto, que usted va a poder situar su objeto. El objeto que se produce con este “trabajo” tiene otro estatuto. No es necesariamente “otro” ni está en el “exterior”. Se trata de un objeto que le concierne al sujeto o, si se quiere, le pertenece.

Es lo que más nos cuesta entender: nada ni nadie es enteramente bueno ni enteramente malo. Y lo más probable, sin saberlo, el sujeto mismo participa de su propio mal, de aquello que lo perjudica.

¿Por qué este abordaje no se suele poner en práctica? Porque así no se alcanza una totalidad. Piénselo un poco. Cuando usted le da a alguien la palabra y lo escucha, ¡se acabó el individuo! Al contrario, ése que se creía “uno” empieza a cuestionarse, a considerar lo que nunca había considerado, a reconocer que está habitado por otras voces. En palabras de Lacan: el sujeto “se divide”. El sujeto es radicalmente lo opuesto al individuo. Piense en la palabra “individuo”: “in-dividuo”, “sin división”. “Realizar el sujeto” entonces es dividir al individuo, producir una división en éste, que deja de ser una totalidad. 

Lo mismo ocurre en lo colectivo. Si usted empieza a dar la palabra y a escuchar: a ése, a ésa, a ése, a ésa… ¡se acabó la totalidad!, se acabó la utopía de que todos querremos lo mismo. Es el lujo que nos podemos permitir en una democracia, ya que así se hace más difícil alcanzar una votación mayoritaria. Pero, esto tiene una ventaja: ¡lo que nos amenaza también deja de ser una totalidad!; EL comunismo, LA derecha, LA izquierda, EL fujimorismo… Lo que nos amenaza deja de ser ese “monstruo perfecto”: perfectamente coordinado, absolutamente pensante, regido por una sola voluntad, encarnación total del mal que debemos destruir, aniquilar, etc. Es la fantasía de que, detrás de lo que hace el Otro, hay un Otro que lo guía, lo maneja, lo sostiene. Usted habrá podido escuchar en los últimos días cómo muchas de las protestas sociales en el sur del país se adjudican a la persona del ex presidente boliviano y líder indígena, Evo Morales, o a una especie de Comité Central de Sendero Luminoso 2.0. Y también que, detrás de la policía, del Congreso, de la intransigencia de la presidenta, hay una mesa en la que están sentadas la familia Miró-Quesada, la familia Romero, la familia Brescia. Es, en términos de Lacan, la fantasía de: “el Otro del Otro”. 

Concédame recordar una vez más a Lacan cuando escribe: “El psicoanálisis es propiamente lo que remite al uno y al otro a su posición de espejismo” (2). Quiere decir que no es posible desear –por ejemplo, un mejor país– y menos encaminarse en ese deseo, sin antes salir de ese “espejismo”. 

El que no esté dispuesto a conversar, a escuchar, a ceder; el que no esté dispuesto a atemperarse, a sentarse con su “monstruo”; el que no pueda barajar en algún momento la posibilidad de dividirse… no está dispuesto a ejercer la función política, que encuentra aquí su dignidad.


Le agradezco esta oportunidad de conversar.


Referencias:

(1) Lacan, J. (2008). Función y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis. Escritos I, p. 282. Siglo XXI Editores Argentina: Buenos Aires, Argentina (1966).
(2) Id.

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