Hombres rotos

Por Renato Andrade
Psicoanalista miembro de la Asociación Mundial de Psicoanálisis, la Nueva Escuela Lacaniana sede Lima y la Asociación de Psicoanálisis Lacaniano de Arequipa



Dreams We've Had


No sólo ellas pueden romperse. Romperse por princesas, como Sansa Stark, cuando salen de la casa del amor del padre. O romperse esperando Otro goce del amor de un hombre que sólo las estraga.

Ellos también se rompen. Andan por ahí, rotos, sin querer saber nada de ello. 

En la canción de Dreams We’ve Had, Perfectly out of place –algo así como “perfectamente fuera de lugar”–, un hombre no sólo le canta eso a su mujer, sino también:

“Podría morir, podría morir y nunca volver a llorar
Y lo diré directamente
No intentaré ser poético o tonto
Me corté en el piso del baño con tijeras y sangré
No pude reconciliar el dolor que tenía, así que me obligué a respirar de una manera nueva”

El hombre testimonia un dolor de existir, un dolor que no puede conjurar, así que, literalmente, se corta con las tijeras en el baño. Cuando ella llega, lo ve, ve las manchas de sangre en las sábanas y le pregunta qué pasa.

La canción continúa así:

“Dijiste: ¿Qué pasa?
Y me abrazaste
Y me sentí amado
Y me sentí amado por primera vez en lo que parece una eternidad
Y mientras me agarrabas fuerte me sentí como si estuviera en los brazos de Dios
Y ahí lloré”

El abrazo de la mujer, su preocupación, su cariño, son para él signo de amor, lo reconfortan, lo alivian –al menos por ese momento. Pero de ese dolor que lo habita, no nos dice nada. Sólo nos regala una metáfora: “mientras me agarrabas fuerte me sentí como si estuviera en los brazos de Dios”. ¡Me pregunto cómo será estar en los brazos de Dios!

Siguiendo lo que él mismo dice: ¿podríamos representarnos su dolor –del que no dice nada– como haber caído de “los brazos de Dios”, o, aun más, como haber perdido el goce de estar en esos brazos?

Mi pregunta es entonces: ¿cómo se puede “cortar” con un dolor si no se habla de él, si no se quiere saber nada sobre él? Un hombre que insiste en esta posición deviene un hombre roto, un hombre sin arreglo.

Recuerdo aquí las palabras de nuestra colega Marie-Hélène Brousse cuando en un artículo para L’HebdoBlog del pasado 10 de enero, escribe irónicamente que los héroes de nuestra época son los Egos, y basta con ver las redes sociales. Pero a continuación se pregunta: “¿a dónde ha pasado lo inconsciente, ignorado por los Egos que piensan que pueden desembarazarse de él? Pero mientras más hablan, y jamás han hablado tanto, es decir gozado, más potente lo hacen” (1). De algún modo, Marie-Hélène Brousse advierte que a quien se desembarace de su inconsciente (es decir, no se haga responsable de éste), le espera su embate mortífero. 

Los versos de Perfectly out of place me hicieron recordar la película de 2018 A star is born (Nace una estrella), dirigida y protagonizada por Bradley Cooper en el papel del patético suicida Jackson Maine. En sus más de dos horas, el film puede desarrollar algo que la canción no: la identificación del hombre roto con el desecho, con el resto, con lo excrementicio. Una y otra vez vemos caer a Jackson Maine hasta hacer de sí mismo una especie de porquería para el Otro. Ni su talento musical ni la admiración y el amor de Ally logran romper ese circuito infernal, esa repetición en la que deviene caca. En tanto hombre roto, Jackson rechaza implicarse: no se pregunta por lo que hace, no habla al respecto ni hay verdad que desee inscribir en el Otro. El efecto sujeto del inconsciente permanece aplastado –escondido si quieren–, bajo el goce del alcohol. Este cantante se emborracha para no tener que escucharse.

¡Qué fantasía tan maravillosa creer que el amor de una mujer puede curarlo todo! Para que el amor tenga un efecto real, no alcanza con ser amado; ¡hay que amar!

El hombre roto –como cualquier otro– hace de su mujer una madre. Pero no poniéndola “a parir” (2), sino haciendo que lo cuide. Para ello debe caer, y caer, y caer, y caer…

Qué curioso que Jackson caiga justo cuando Ally desea algo más, o cuando es Otra. Por eso su suicidio es el peor de los actos: no apunta a liberarla del óbice en el que se ha convertido, apunta a aplastar, a escarmentar las iniciativas de Ally y, en esa línea, es un acto contra la mujer que hay en ella. 

Para los hombres rotos la mujer nunca está “perfectamente fuera de lugar”. Al contrario, se le exige que esté siempre allí: donde se la espera, donde se la necesita… que sea esos “brazos de Dios”, esa madre.

Antes del acto de amar a una mujer, ¿no seremos todos hombres rotos?


Referencias:

1. En: https://psicoanalisislacaniano.com/2022/01/10/mhbrousse-cronica-del-malestar-20220110/

2. Lacan, J. (2014). El Seminario Libro 20 Aún. p. 158. Buenos Aires: Paidós, 1972-73.

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