¿Qué somos?
Venimos saliendo. Tú muestras cierto interés en mí. Pero, ¿qué somos?, ¿qué soy yo para ti?... ¿qué deseas?
¡Qué inquietante es el deseo del Otro!, no saber lo que el Otro desea, y si yo podría serlo, si podría ser eso que desea. (Si lo fuera, tocaría el cielo con los dedos).
Pero como no lo sé, me pongo a tejer teorías, es decir, me pongo a pensar, a fantasear: de seguro quiere esto, de seguro quiere aquello, el otro día me dijo tal cosa, hizo tal otra… ¡pobres los amigos, los confidentes!, que deben soportar los delirios de este loco enamorado. Es que busco una significación, un cierre, una respuesta. Mientras tanto, todo me hace sentido: cualquier gesto, cualquier comentario. Así que no sólo sufro de mis teorías (por lo general catastróficas: quiere a otra persona, me desprecia, me usa, etc.) sino también de no encontrar una respuesta.
Sólo el amor puede venir en mi auxilio.
El gran Jacques Lacan nos dice que cuando en la pareja hay encuentro “de los síntomas, de los afectos, de todo cuanto en cada quien marca la huella de su exilio” (1), se produce una ilusión: el amor. Y el amor se desplazará de lo contingente, del encuentro, a lo necesario, al destino. Quiero decir que gracias al amor hallo la huella y el espejismo de que es posible una relación entre tú y yo. Gracias al amor, mis fracasos con el Otro sexo cesan, vale decir, mis relaciones cesan de no escribirse para pasar –al menos esta relación que tengo contigo– a no cesar de escribirse. Me digo: “no cesa, no cesará” (1).
Es entonces gracias a “la existencia del inconsciente”, culmina Lacan, que tenemos “el destino y también el drama del amor” (1).
Referencias:
1. Lacan, J. (2014). El seminario de Jacques Lacan. Libro 20. Aún, p. 175. Paidós: Buenos Aires, Argentina (1973).
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