Ese semblante llamado "falo"

Por Renato Andrade
Psicoanalista miembro de la Asociación Mundial de Psicoanálisis, la Nueva Escuela Lacaniana sede Lima y la Asociación de Psicoanálisis Lacaniano de Arequipa



Fotografía por Viktor Talashuk


El cuerpo no se reduce a la imagen del espejo, o a la idea que podemos hacernos de él. El cuerpo –nos recuerda Miller– “es por excelencia materia para subjetivación o (…) para significantización” (1). ¿Qué quiere decir esto?

Ciertas partes del cuerpo dejan de ser sólo órganos para volverse significantes, significantes a propósito de los cuales “es posible preguntarse qué significación engendra(n)” (2). Así, por ejemplo, hablar de subjetivación o significantización del pene quiere decir que asume una significación, un valor.

Un dato del cuerpo puede significarse entonces como no tengo. No es para nada raro, lo escuchamos todo el tiempo por boca de los neuróticos. Es su propensión al menos, al apocamiento, al empequeñecimiento. Les ocurre a hombres, les ocurre a mujeres. 

Cuando no se tiene, nos recuerda Miller, hay dos caminos (3).

Primer camino: “Adquirir a todo trance”, exclusivamente –una pareja, un hijo, etc. 

Segundo camino: “Hacerse ser”, hacerse lo más deseable, transformar ese no tener en un bien que todos querrán poseer.

La diferencia que nos interesa destacar entre estos dos caminos es que, en el primero, se desmiente el no tener, mientras que en el segundo se asume y hasta se opera con él. Esto resulta crucial porque no tener es condición para desear –también sexualmente– y para amar. “Solo son amantes los sujetos que asumen su no tengo” (4), señala Miller.

Por tanto, un modo de operar con el no tengo es a través de un semblante que, lejos de desmentir el no tengo haciendo creer que tengo, va a enmascarar la nada. “El semblante por excelencia es una máscara” (5), afirma Miller, ya que toda máscara “es una máscara de nada” (6) “cuyo truco es hacer creer que hay algo detrás” (7).

Dentro de los semblantes posibles, el falo es uno tomado del cuerpo, de su imagen, pero cuyo uso, como captamos, se extiende más allá. Posibilita desear, amar. Trasciende el tener y nos introduce en el ser, permitiéndonos entrar en cierta dialéctica (o comedia) con los otros, en la cultura.

Miller explica que el falo “hace intervenir un parecer en la relación sexual, lo que ya supone dar una función esencial al semblante”. Hay semblantes cuya función “consiste en proteger el tener”, y otros –como vimos– que enmascaran la “falta en tener”; “en ambos casos debe cumplir la proyección de la relación sexual en la comedia. (…) No debe pensarse que ser el falo puede tener otro sentido que el de ser el semblante, y que tener el falo es otra cosa que poseer un semblante, aunque sea un semblante normal” (8). La inexistencia de la relación sexual (de la fórmula para que Uno se encuentre con Otro a nivel del goce) es la razón por la que Miller afirma que “el ser hablante está condenado al semblante” (9).

Con la segunda alternativa o camino al no tengo se nos propone que el único semblante que vale “es el que declara: Soy un semblante”, es el que “se confiesa máscara de nada”, el “índice de la falta” (10).

¿Por qué, de todas las partes del cuerpo que pueden significantizarse, el pene es la más emblemática? ¿Por qué se subjetiva por excelencia en términos de tengo o no tengo? Dados los tiempos que corren vale la pena preguntárselo nuevamente. Miller, al pasar, comenta que, si bien alguien podría considerar, por ejemplo, que son los hombres quienes están privados de los senos, “es un hecho que la falta de senos no posee la función de la falta de pene”. ¿Cuál es la razón? El seno, a diferencia del pene, no funda la “cópula” (11).


Referencias:

1. Miller, J.-A. (2002). De la naturaleza de los semblantes, p. 105. Buenos Aires: Paidós (1991).

2. Ibídem, p. 153.

3. Ibídem, p. 156.

4. Ibídem, p. 158.

5. Ibídem, p. 159.

6. Ibídem, p. 160.

7. Ibídem, p. 167.

8. Ibídem, p. 148.

9. Ibídem, p. 10.

10. Ibídem, p. 168.

11. Ibídem, p. 145.

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