Más experiencia, menos institución

Por Renato Andrade
Psicoanalista miembro de la Asociación Mundial de Psicoanálisis, la Nueva Escuela Lacaniana sede Lima y la Asociación de Psicoanálisis Lacaniano de Arequipa



Fotografía por Rocco Dipoppa


Le ofrezco una experiencia, si usted dice “sí”. Realizándola, algo podría tocarlo. Después, pensando, hablando de eso, en su análisis, podría encontrar un síntoma. O construir su fantasma –cómo subjetiva su relación con otro, cómo significa su realidad.

Yo, quien se la ofrece, soy cualquiera. Sólo lo invito, lo convoco. Así mantenemos las cosas a nivel de la experiencia. Sin experiencia, no hay psicoanalista, y sin psicoanalista, no hay psicoanálisis.

Me reconozco entonces en el deseo de hacer existir el psicoanálisis. Hacer existir el psicoanálisis no es consolidar ninguna institución. La institución, sus obligaciones, sus tareas, deben ser mínimas, si no, usted paga con su experiencia. Imagínese –más allá de que se diga lo contrario– tener que estar de acuerdo; menos aun, tener que defender lo que se hace.

Como ocurre con el acto analítico, los efectos de lo que uno hace en esa experiencia colectiva llamada “escuela de psicoanálisis”, son incalculables. Si desentona, lo más seguro es que perturbe, que resulte excesivo. Es la perturbación de la disidencia, de lo que no hace Uno-total, de comprobar que lo que subyace al deseo, incluso de psicoanálisis, es un goce (el deseo que sea siempre es impuro). Los más afortunados inventarán con eso un estilo, lo que tiene su uso.

Cuando celebramos, ¿qué celebramos? ¿La institución? ¿Las metas? Celebremos la experiencia, aunque eso siempre es menos evidente y menos colectivo, lo que no quita que se pueda tocar a otros a partir de la propia experiencia.

No quiero llegar a suponer que, porque ostento un cargo, usted sospeche de mí, pues me llevaría a medir lo que tengo para decirle. Lo peor de esto no es la inhibición, sino la idea que está detrás: habría un modo de decir que no perturbe, que no genere sospecha y por el que acabaríamos estando de acuerdo, no sólo usted y yo, sino todos, o una mayoría. ¡Vaya sueño! Quizá por eso la institución que integremos sea siempre un poco inconsistente, cojee de una pata.

Por ejemplo, ¿cómo pensar un consejo de psicoanálisis? ¿Como Otro del Otro de la escuela? ¿O como un semblante más para mantener la escuela a nivel de la experiencia? ¿Cómo pensar unos estatutos? ¿Como garantes de un funcionamiento analítico o como inscripción mínima en un orden siempre inconsistente? ¿Cómo pensar la “comunidad país”? ¿No es acaso un invento para intentar impedir no sólo que lo que fueron “sedes” consistan en feudos, sino impedir que el mismo “Uno” de la escuela se cierre en un todo? ¿Cómo pensar una asamblea? ¿Y la función del AE? Y podríamos seguir la serie, infinita, no va de suyo.

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